miércoles, 29 de junio de 2016

Arreboles del atardecer







Arreboles del Atardecer

¿A quién se le ocurriría
disfrazar el firmamento con vellones rojizos,
y en las ascuas del dorado poniente
derretir como un lingote de oro
la realeza del sol?

Divinizar el ocaso
con la magia sublime de los arreboles,
y en el espejo del remanso
duplicar el crepúsculo.

Si las damas se envanecen
de estrenar cada día,
el cielo no se envanece de estrenar cada hora.

El cambiante vestido de nubes
nunca se repite,
y el viento es su modisto.



En algunas tardes el firmamento
parece un rebaño de rosadas ovejas.

En otras tardes un lumbroso abanico:
destellos dorados
entre destellos azules.

¡Gracias, Señor,
por tu divina ocurrencia
de los arreboles!

Yo te admiro
junto con todos los que se extasían.
Perdona, Señor,
a los que nunca se conmueven.

Cuando la tarde
se incendia sobre el río
y el espejo fluvial se ruboriza,
me invade una emoción ultraterrena
que me hace levitar al infinito.



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