Toda
cascada tiene su encanto,
encanto
femenil;
pues
la blanca espuma y las neblinas
sugieren
los velos y encajes de una novia.
Y
encima del salto luce un arco-iris
que
simula una diadema,
Toda
cascada es musical,
con
deliciosa melodía.
Cristales
que salpican y se quiebran
y
al descender por la rocosa gradería
parecen
lágrimas de vidrio;
pero
la cascada no llora sino ríe.
Todo
excursionista se detiene absorto
ante
una cascada:
enfoca
su cámara y la filma
como
filmar a una reina de belleza.
Quizá
el Inventor de la cascada
se
oculta tras el salto
y
por entre la cortina de cristal
atisba
la alegría del filmador.
¡Atísbame
también a mí
por
entre el salto;
quisiera
verte sonreir.
¿No
te bastan los miles de años
que
has permanecido en silencio
desde cuando aparecieron los hombres?
Ya
es justo que hables, pero que te oigamos.
Ya
es justo que te muestres, pero que te veamos.
Déjate
de seguir siendo una adivinanza.
Gracias,
Señor, te damos tus niños
por
la delicia de un baño en tus cascadas.
¿Las
inventaste por nosotros?
Cosquillas
nos haces con el agua fría…
¿Sonríes
tú también al vernos tan dichosos?
Tú
eras completamente feliz
en
tu eterna soledad, antes de inventarnos.
¿Por
qué nos creaste?
Porque
te sobraba felicidad
y
quisiste compartirla.
¡Gracias!
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