¡Imposible
olvidar el asombro
en
aquella noche limpia
sobre
la cumbre de un páramo!
Alcé
los ojos a la bóveda infinita…
Eran
tan tupidas y tan brillantes
las
estrellas
que
el cielo parecía plateado.
Todas
las estrellas palpitaban vivas.
La
fosforescente Vía Láctea
se
ramificaba en brazos luminosos
rodeando
la Tierra.
Sentí
un escalofrío
ante
la grandiosidad del Universo.
Con
la imaginación me trasladé
a
milenios de luz.
El
sol se me perdió entre millones
de
luceros casi imperceptibles.
¿Y
nuestra Tierra…?
Imposible
descubrirla ni con el
más
refinado telescopio.
Hay
millones de galaxias,
cada
galaxia con millones de soles,
y
cada sol con su familia de planetas.
¿Y
todavía creemos
que
somos los únicos en el Universo…?
Desde
hace millares de siglos
los
humanos habitamos la Tierra.
Y
no sabemos todavía cómo empezamos
ni
cómo acabaremos.
Si
no fue para nosotros la Creación
¿entonces
para quiénes?
El universo habría sido
un absurdo derroche de energía,
pirotecnia
para nadie, divina ociosidad.
(Me
perdonas).
Ya
entiendo.
Te
diviertes como un niño:
las estrellas son tus luces de bengala,
y las galaxias giratorias son
tus rodachinas.
y las galaxias giratorias son
tus rodachinas.
Te
sobraba felicidad
y
quisiste compartirla.
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