Lo
más inocente sobre el mundo es la nieve,
esa
sustancia tan insustancial y tan divina
que
no es ni líquida ni sólida ni gaseosa.
Tan
leve como plumas:
si
alzas un copo de nieve no alzas nada,
no
pesa nada.
Y
en cuanto a blancura, la nieve no tiene rival,
cualquier
otra blancura es inferior, parece gris.
Lo
único igual de blanco a la nieve es la nube.
nube
y nieve son gemelas.
Ambas
están hechas de agua
y
ambas son intercambiables:
la
nube se convierte en nieve, y la nieve en nube.
Cuando
se descongeló cierto picacho de los Andes
y
quedó la simple roca gris,
los
campesinos deploraban:
¡Lástima, desapareció el encanto!
Cuando
desaparezcan los nevados,
la
tierra quedará simple y sin gracia;
habrá
perdido su blanco velo de inocencia,
como
novia sin su ajuar.
¡Gracias,
Señor,
por
tu divino invento de la nieve!
Lástima
que la costumbre
nos
embota el asombro.
Pero
yo estreno pupilas de niño cada día
y
veo que cada día se renueva el milagro.
Déjame
llorar de admiración y de alegría.
¡Quisiera
también reír y cantar y bailar
y
besar tus regias manos!
Pero no te encuentro en la Tierra,
¿Dónde estás?
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