Palacio
evocador de altos instantes
do
trepidan también los corazones.
“Pasar
a bordo” dictan los parlantes
y
una inquietud revuela en los salones.
Se
despiden, sonrisa en los semblantes,
y
desfila el cortejo a los aviones.
Embárcanse
por fin. Luego atronantes
abanican,
virando, los ciclones.
Fuese
a tomar la ruta en el contorno.
Ruje,
acelera, emprende la subida,
y
adiós... (o a Dios… en vuelo sin retorno).
Todos
llevamos el feliz pasaje
y
una espera grandiosa es nuestra vida
por
ser la playa del eterno viaje.
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