Perenne
arroyo de plata
desciende
del Sumapaz
acariciando las vegas
con requiebros de cristal.
Chiquillas
nadan y juegan
con
risa de manantial;
turpiales
trinan y alegran
ocultos
en el manglar.
El
agua vuelve al cenit
y
en lluvias vuelve a rodar,
por
volver a divertir
a
las niñas del raudal.
Si
de tus playas me ausento,
pueblito
primaveral,
me
ausentaré por el gusto
de
volverte a saludar.
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