Cual
retazo de cielo sobre el césped caído,
tembloroso
arrebolas tu acielada inquietud;
con
las lluvias bajaste y otra vez, diluído,
remontarte
quisieras a tu patria, el azul.
Como
yo, siempre vives descontento en el mundo,
rizando
tu existencia de inconforme vaivén;
que
a la tierra enlodada vinimos a disgusto
tú
del éter sublime, yo de olímpico edén.
Llegará,
pulcro lago, la mañana del vuelo:
tú
en vapor al espacio, a los ángeles yo.
Y
será tu grandeza la infinita del cielo,
y
será mi alegría la infinita de Dios.
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