Mañanero
en cubierta, vi aclarase la noche,
donde
al fin los luceros en la aurora naufragan;
reverdecen
las frondas al crecer la vislumbre
y
aclamado por trinos nuestro barco adelanta.
¡Roja
grey de arreboles incendió el firmamento
y
el paisaje se tiñe con exótica magia!
Leves
garzas descienden cual confeti de plumas
y
un relámpago filma la silente nevada.
Huracán
matutino de halagüeñas frescuras
abanica
mis sienes con ligera nostalgia;
anchurosa
y solemne la ambulante planicie
tapizada
de espumas se desliza entre palmas.
Van
mis ojos filmando lujuriantes riberas,
los
racimos de cocos y los bosques de guaduas;
los
elásticos simios, vocingleros y alegres,
que
arbolados disfrutan su merienda de guamas.
Una
madre que ordeña, los becerros que imploran;
lavanderas
que oscilan salpicando en sus lajas.
Aguadoras
esbeltas aproxímanse al vado
con
su cántaro al hombro, caminantes estatuas.
Plataneras
y cámbulos, tamarindos, yarumos;
guayacanes
que incendian como soles la pampa.
Por
la margen desfilan vanidosas palmeras
y
oscilantes parecen procesión de muchachas.
Solitaria
una ceiba se orgullece de frondas
irradiando
sus trinos y sus tensas chicharras;
llega
un soplo y le avienta las plumosas semillas
y
remece los nidos, incensarios de paja.
Impulsando
el navío gira hidráulica noria
cuyas
turbias melenas son andante cascada;
a
embestir va los bosques la encrespada marea
y
el reflujo estruendoso los caimanes espanta.
Un
barquero se orilla presintiendo el naufragio
y
encabrítase al punto su versátil piragua;
con
los mudos ojazos de ventanas abiertas
al
barranco se asoman las pajizas cabañas.
Los buitrones migrantes con tiznada humareda
van
colgando crespones en la limpia mañana;
y
el pitazo arrogante que amedrenta canoas
hasta
el puerto remoto su mensaje adelanta.
Baja
un árbol cadáver de raíces desnudas
a
entregar sus despojos a la mar que lo llama;
de
ilusiones ya viudo, sin follaje y sin trinos,
un
terrón de sus vegas aprisiona en las garras.
Una
fértil parcela va flotando apacible
con
su arbusto y sus flores y su alfombra de grama;
y
en el césped viajera, muda garza no sabe
si
es que bajan las ondas o es que suben las playas.
Gavilán
que planea cobijando el navío
sincroniza
su vuelo del vapor con la marcha;
y
en quedándose inmóvil, suspendido en el éter,
queda
inmóvil el barco sus pendido en las aguas.
Se
arrebola el poniente con fantástico embrujo
y avergüenza el remanso con idílica magia;
lentamente
acuatiza la nupcial medialuna
y
un instante navega cual barquilla de nácar.
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