Voy
de tarde, paso a paso,
con
mi buey
hacia
el río, para darle
de
beber.
Compañero,
tú me enseñas
con
tu paz
el
encanto de la vida
sin
afán.
Vanse
abrieno las sencillas
buenastardes,
que
constelan los recodos
de
mi valle.
En
tu senda florecida
nada
temes,
porque,
fuera de tu calma,
nada
tienes.
Cambio
todas mis codicias
y
mi afán
por
tu nada, tus silencios
y
tu paz.
Ya
los grillos enamoran
con
violines,
y
con mágicos aromas
los
jazmines.
Candelillas,
cual pespuntes
de
fulgores,
hilvanando
van los lutos
de
la noche.
Ya
en la orilla, silencioso,
bebes
astros
en
la diáfana delicia
del
remanso.
Muda
el agua, muda el ave,
mudo
el viento;
las
galaxias fosforecen
en
silencio.
Regresamos.
Esta noche
dormirás
sin
que turbe tu reposo
ni
un pesar.
El
recuerdo de los surcos
es
tu gozo,
do
sembraste la fortuna
para
otros.
Que
me alegren estos versos,
estos
surcos,
do sembré la paz del cielo
para el mundo.
para el mundo.
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