Al
pie de la cuna bordaba un ajuar
soñando
ternuras en su fantasía;
orló
con encajes el menudo ruedo
y
en todos los lienzos bordó florecillas.
Pasaron
los años: niñez, juventud.
Al
niño de entonces Dios llamó a su Viña.
La
madre, llorosa, se quedó bordando
como
cuando el lienzo del ajuar cosía.
Aquel
trajecito convirtiose en alba;
las
flores aquellas, en santas insignias.
Otra
vez encajes, otra vez ternuras
y
el dulce tormento de la expectativa.
Bajará del Cielo la unción a tus manos
y absueltas las almas serán redimidas;
signará tus labios el ángel de guarda
y hablará tu boca palabras divinas.
Irás por el mundo consolando tristes,
saciando las hambres, calmando las
iras.
Quizás en las selvas de allende los
mares
se cansen tus plantas de noche y de
día.
Un alba de amores tejieron mis manos:
vivirás blancura de primera misa.
Trigales maduros te reclaman, vete…
La mies que segares será tuya y mía.
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