miércoles, 10 de febrero de 2016

Barco fluvial

Barco fluvial

Mañanero en cubierta, vi aclarase la noche,
donde al fin los luceros en la aurora naufragan;
reverdecen las frondas al crecer la vislumbre
y aclamado por trinos nuestro barco adelanta.

¡Roja grey de arreboles incendió el firmamento
y el paisaje se tiñe con exótica magia!
Leves garzas descienden cual confeti de plumas
y un relámpago filma la silente nevada.

Huracán matutino de halagüeñas frescuras
abanica mis sienes con ligera nostalgia;
anchurosa y solemne la ambulante planicie
tapizada de espumas se desliza entre palmas.

Van mis ojos filmando lujuriantes riberas,
los racimos de cocos y los bosques de guaduas;
los elásticos simios, vocingleros y alegres,
que arbolados disfrutan su merienda de guamas.

Una madre que ordeña, los becerros que imploran;
lavanderas que oscilan salpicando en sus lajas.
Aguadoras esbeltas aproxímanse al vado
con su cántaro al hombro, caminantes estatuas.

Plataneras y cámbulos, tamarindos, yarumos;
guayacanes que incendian como soles la pampa.
Por la margen desfilan vanidosas palmeras
y oscilantes parecen procesión de muchachas.

Solitaria una ceiba se orgullece de frondas
irradiando sus trinos y sus tensas chicharras;
llega un soplo y le avienta las plumosas semillas
y remece los nidos, incensarios de paja.

Impulsando el navío gira hidráulica noria
cuyas turbias melenas son andante cascada;
a embestir va los bosques la encrespada marea
y el reflujo estruendoso los caimanes espanta.

Un barquero se orilla presintiendo el naufragio
y encabrítase al punto su versátil piragua;
con los mudos ojazos de ventanas abiertas
al barranco se asoman las pajizas cabañas.

Los buitrones migrantes con tiznada humareda
van colgando crespones en la limpia mañana;
y el pitazo arrogante que amedrenta canoas
hasta el puerto remoto su mensaje adelanta.

Baja un árbol cadáver de raíces desnudas
a entregar sus despojos a la mar que lo llama;
de ilusiones ya viudo, sin follaje y sin trinos,
un terrón de sus vegas aprisiona en las garras.

Una fértil parcela va flotando apacible
con su arbusto y sus flores y su alfombra de grama;
y en el césped viajera, muda garza no sabe
si es que bajan las ondas o es que suben las playas.

Gavilán que planea cobijando el navío
sincroniza su vuelo del vapor con la marcha;
y en quedándose inmóvil, suspendido en el éter,
queda inmóvil el barco sus pendido en las aguas.

Se arrebola el poniente con fantástico embrujo
y avergüenza el remanso con idílica magia;
lentamente acuatiza la nupcial medialuna
y un instante navega cual barquilla de nácar.

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