Dispensa,
oh casta nieve, que profanen mis plantas
(mancilladas
de lodo) tu inocente blancura;
permite
que mis huellas en tu página virgen
vacilantes
escriban mis anhelos de altura.
A
tus últimas cumbres, oh peldaño del cielo,
me
trajeron mis ojos imantados de azul;
contagiada
presiento de nostalgia mi vida,
de
nieve mis pisadas y mi alma de luz.
Yo
también soy misterio de cumbres y de abismos:
nieve
eterna es mi alma, y es mi cuerpo un volcán.
En
esta blanca cima de imposibles anhelos
hoy
quiero al Infinito mi alma evaporar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario