Un
ajuar bordando, recién desposada,
dichosa
mi madre cantaba y cosía;
era
porque entonces jugaba en su mente
nuestra
adolescencia con sus alegrías.
Ensueños
apenas, y ya nos amaba;
y,
como el Eterno, su amor crearía.
Con
frescas begonias y alegres canarios
adornó
la casa para bienvenidas.
Y
fuimos llegando… llegando del cielo,
y
el hogar llenose de niños y niñas;
se
oyeron los nombres pensados por ella
y
aturdió en el patio nuestra algarabía.
Por
fin contemplaba con sus mismos ojos
los
juegos que a solas figurado había;
por
fin escuchaba las límpidas voces,
por
fin medialengua, canciones y risas.
Trajes
infantiles dichosa cortaba
y
en torno los niños retazos pedían:
para
las cometas de lindos colores,
para
las muñecas de azules pupilas.
Y
al ver que arrullaban (cual madres en cierne)
rosados
muñecos que se adormecían,
presintió
al instante lejanos pimpollos…
y
con dicha doble cantaba y cosía.
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