Anidada
en tu colcha entre muñecas,
cual
muñeca dormida te quedaste;
y
al cerrar tus pupilas dulcemente
Dios
abrió sus pupilas por mirarte.
Yo
se muy bien que cuando así te duermes
se
despierta el cariño en nuestras almas,
como
al dormirse la cansada tierra
se
despiertan los astros por mirarla.
Apacible
dormir de la inocencia
de
infantiles ensueños al arrullo:
por
gozar tu delicia cuántos dieran
todo
el afán y la embriaguez del mundo.
Nada
sabe del odio ni las guerras
tu
cabecita de sedosos rizos.
¡Si
los odios del hombre así durmieran,
la
Tierra se trocara en Paraíso
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