Hacia
el iris radiante de intangibles colores
encamino
mi barca por la tersa planicie;
aletean
mis remos... y a intervalos iguales
cristalinos
hoyuelos escoltándome ríen.
Mariposas
danzantes con su vuelo inaudible
tras
de mí se vinieron aplaudiendo mi fuga;
y
adelante mi proa va rasgando, festiva,
la
flotante pradera de violetas que ondulan.
Un
rojizo flamenco, sobre verdes juncales,
equilibra
el embrujo de sus ígneos rubores;
pensativo
en su zanca, solitario estilita,
se
refleja vibrátil diluyendo arreboles.
Al
nivel del remanso golondrinas revuelan
rasguñando
el espejo con sus picos rasantes;
y
unas garzas rosadas, de silencio y de seda,
florecieron
al borde cual silvestres rosales.
Navegando
sin rumbo la inundada campiña,
me
sorprenden las frutas de olvidada cosecha;
mandarinas
descuelgo con sedienta codicia,
y
mis manos exhalan deliciosas esencias.
Abandono
el oasis cuando arrecia el crescendo
de
las ranas que aturden con triunfal gritería;
y
un millón de luciérnagas acribilla las sombras
cual
bengalas que juegan en fantástica orgía.
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