Al
que posa una vez en tus cimas,
oh
magnífica reina del Ande,
con
tu magno esplendor lo sublimas
a
la eterna emoción de lo grande.
Horizonte
infinito columbras
y
en redor libertad y belleza;
que
no admite vallar ni penumbras
tu
gigante ambición de grandeza.
De
tu raza el espíritu sube
como
asciende tu erguido volcán;
donde
solo se arriesga la nube,
donde
solo el veloz huracán.
Atalaya
de olímpica altura:
en
tu cráter hay nívea pureza,
como
anida en tu heroica bravura
limpidez
de acendrada nobleza.
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