lunes, 8 de febrero de 2016

Madrugada

Madrugada

Levanteme angustiado 
tras la cruel pesadilla;
y al abrir la ventana, 
fresca brisa de aurora
ventilome las sienes 
y abanicó mi alma.

La pradera reía 
trinadora y luciente,
de flores tapizada.
Y un suspiro de dicha
fue mi alegre saludo: 
¡Buenos días, mañana!

Comprendí que la vida 
solo es noche de angustias
y un sueño que se acaba. 
Junto al claustro del tiempo
me aguarda jubilosa 
la Eterna Madrugada.

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