De
seis abriles la princesita,
rizos
dorados y ojos azules;
cuando
ellos miran, el cielo baja
y
el alma sube.
Habla
sonriendo con tal delicia,
que
al hechizarnos primor tan dulce
los
terrenales sabemos cómo
son
los querubes.
Lazo
de cinta liba en sus sienes
cual
mariposa de alas azules;
y
esas manzanas entre sonrisas
hoyuelos
lucen.
¿Pudo
el acaso, pudo la inercia
labrar
tal joya de pulcritudes?
¿Y
otra vez lleva todo a la Nada
quien
lo produce?
Si
todo muere; si entre dos Nadas
el
Universo nace y sucumbe,
ociosa
industria la de los dioses
que
lo construyen.
No
crezcas, niña, vuélvete al Cielo
con
tus donaires, risas y bucles;
que,
otra vez niños, también iremos
a
donde subes.
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