¡Vuelve,
Bochica, y te daré una queja
de
lesa pulcritud y lesa patria!
Vamos
andando hacia la roca eterna
do
cambiaste el diluvio en Tequendama.
Tronó
por siglos, rebujada en niebla,
la
estruendosa y solemne catarata;
de
terríficos muros en presencia,
cuyas
cimas el vértigo agigantan.
Despeñarse
la vi con pompa núbil,
y convertida
en impalpables gasas
caer…caer…
sobre su propia nube,
subir…subir…divinizada
y casta.
La
vi, cayendo de aquilina cumbre,
desplomarse
a la tierra calentana,
cual
cabellera de bruñida lumbre
por
el arco del iris diademada.
Temerario
galán, en crudo invierno
llegué
hasta el fondo de la audaz muralla,
do
se escucha el fragor con todo el cuerpo,
donde
mojan las brisas aun el alma.
Llegó
su trueno, desde aquestas rocas,
a
todo el mundo, pues llegó su fama.
“Un ensueño,
dijeron en Europa,
un ensueño la tierra colombiana”.
No
sigamos, Bochica, te conturbo.
Mira
hoy sin río la medrosa escarpa.
Vuelve
otra vez a Bacatá su orgullo,
hiere
otra vez con tu potente vara.
Y
agitará de nuevo sus melenas
y
rugirá soberbio el Tequendama.
¡Luzca
otra vez su tropical belleza,
reconquiste
su gloria americana!
No hay comentarios:
Publicar un comentario