lunes, 8 de febrero de 2016

El Retorno




El retorno

Por montes y quebradas, radiante de canciones,
nuestra niñez corría bañada en luz y en aire;
y al sol de los venados jubilosos volvíamos
como vuelven al nido jubilosas las aves.

Arrullando ilusiones dormimos placenteros
hasta que entraba el grito del sol por los cristales;
soñábamos ser hombres el día de mañana,
sin saber que a los niños envidiaban los grandes.

Cuando el viento traía, mezclado con gorjeos,
el canto de la siega desde el vecino valle,
felices acudíamos a levantar manojos
cantando la festiva canción de los trigales.

Una tarde partiste. Pasaron muchos años.
Hoy encuentras antiguo cuanto nuevo dejaste.
Ruinosas las paredes, abrojo en los jardines,
doradas de tristeza las copas de los sauces.

En vano rueda el agua, y en vano las auroras
madrugan con sus trinos y brisas para nadie;
el pino que aromaba, trovador mañanero,
feneció con sus nidos cansado de esperarte.

En el tendido tronco, bañados por la luna,
¡cantamos tantas noches, hasta que fuimos grandes!
Cantaron oros niños… y tú jamás volviste,
Y el tronco envejecido cesó de oír cantares.

Crecieron las  palmeras, que ya te desconocen,
y en tu ausencia murieron los verdes naranjales;
sin juegos ni columpios, hastiado de silencio,
se secó entres sus yedras el retorcido mangle.

Los caballos no existen, las yuntas ni el rebaño;
no ladra el fiel amigo ni viene a saludarte.
No juegan con el agua los niños en la acequia
ni el himno de las mieses invita con sus aires.

¿A qué vienes, hermano? ¿A recorrer tus huellas?
Barrieron ya las lluvias la tierra que pisaste.
Llevó el viento las voces, nuestra niñez el tiempo;
la guerra nuestros bienes, la muerte a nuestros padres.

Mas entremos. Escucha…no hay seres, voz ni ruidos;
las tejas lucen césped, y nidos los alares.
Al sol de los venados ya nadie vuelve a casa
ni el canto de las niñas regresa por el valle.

De noche, solitaria, se escuche entre malezas
llorar junto a las ruinas la fuente inconsolable.
Del patio en el silencio parece que, afinando,
desgranan dulce arpegio las manos de mi madre,

La vida es una noche, la ruina es un preludio.
¡Mañana estrenaremos niñez que no se acabe!
Y aquestas ilusiones anidan en mis sueños
como duermen los trinos esperando que aclare.

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