Imponente
obelisco, centinela del mundo,
que
avizora distancias con su mole que aterra.
¿Se
forjó en los abismos entre el magma profundo
y
en arcaicas edades emergió de la tierra?
Interrogo
a los siglos, interrogo a los astros
y
al reflujo espantoso de inicial cataclismo;
jeroglífico
incierto persevera en sus rastros
y
el titán me interroga con su eterno mutismo.
¿Guareció
al antropoide, racional en proyecto,
cuando
aún se abrigaba con pelambre de simio?
¿Sorprendió
sus fogatas, utensilios, dialecto?
¿Sospechó
su conciencia de lo abstracto y eximio?
Circundamos,
pigmeos, la inviolada cantera
cuyas
altas cornisas llueven límpidas gotas;
y ascendiendo, medrosos, la suicida escalera,
nos
abruma el misterio de las eras remotas.
Mas
con vientos y lluvias la erosión te conquista;
los
calores y heladas, las raíces-barrenas.
Y
en millones de siglos, cuando el hombre no exista,
volverás a los mares convertido en arenas.
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