Siniestra
calma, tenebroso anuncio;
palidecen
las cosas y los hombres.
Y
acumulando su fatal descarga
se
condensas los torvos nubarrones.
Ráfagas
bruscas el bochorno enfrían,
y
comienzan brillantes goterones
a
pintar el asfalto de asteriscos
y
a rallar de trasluz el horizonte.
¡Seco
chasquido y sideral relámpago!
Bronco
trueno los ámbitos recorre
y
el plomo de las nubes se desgaja
con
su granizo ametrallando el orbe.
Teclea
el aguacero en los tejados
y
enceguece con húmedos ciclones;
el
huracán despluma los ramajes
y
desviste de pétalos las flores.
Picotea
la lluvia en los pantanos
donde
hierven espumas y vapores;
la
oblicua tempestad vuelca en los campos
el
granero de perlas de sus trojes.
Lloran
en la ventana los cristales,
lucen
los pastos, se abrillanta el bosque;
y
una turbia creciente fragorosa
tornó
en cascada el manantial del monte.
Perlas
de hielo por doquier salpican
tapizando
con limpios aluviones;
y
en el valle, cuajado de granizo,
fulge
un glaciar de vírgenes blancores.
Brama,
lodoso, el encrespado río
con
trofeo de puentes y de bosques.
Anocheció.
Y en los medrosos riscos
avalancha
crujió de piedra y robles.
Eléctricas
raíces titilantes
agrietan
la caverna de la noche;
y
atronador el firmamento aturde
con
su rugido amedrantando al hombre.
El
cielo parpadea, y a sus lampos
restallan
los alambres y las torres.
Cimbra
la tierra, se desploma el dique
y
atruena con horrísona hecatombe.
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